Un nuevo estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), institución financiada por la Fundación “la Caixa”, aporta pruebas sólidas de que la COVID-19 es una infección estacional vinculada a las bajas temperaturas y la humedad, al igual que la gripe estacional. Los resultados, publicados en Nature Computational Science, también respaldan la considerable contribución de la transmisión aérea del SARS-CoV-2 y la necesidad de adoptar medidas que promuevan la higiene del aire.
Posteriormente, el equipo analizó cómo evolucionó esta asociación entre clima y enfermedad a lo largo del tiempo y si se mantenía constante en diferentes escalas geográficas. Para ello, emplearon un método estadístico específicamente diseñado para identificar patrones de variación similares (es decir, una herramienta de reconocimiento de patrones) en distintos periodos de tiempo. Nuevamente, hallaron una fuerte asociación negativa en periodos cortos entre la enfermedad (número de casos) y el clima (temperatura y humedad), con patrones consistentes durante la primera, segunda y tercera ola de la pandemia en diferentes escalas espaciales: mundial, por países, hasta regiones específicas dentro de países muy afectados (Lombardía, Turingia y Cataluña) e incluso a nivel de ciudad (Barcelona).
Las primeras oleadas epidémicas disminuyeron al aumentar la temperatura y la humedad, y la segunda oleada surgió al disminuirlas. Sin embargo, este patrón se rompió durante el verano en todos los continentes. «Esto podría explicarse por varios factores, como las concentraciones masivas de jóvenes, el turismo y el uso del aire acondicionado, entre otros», explica Alejandro Fontal, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio.
Al adaptar el modelo para analizar las correlaciones transitorias a todas las escalas en países del hemisferio sur, donde el virus llegó más tarde, se observó la misma correlación negativa. Los efectos climáticos fueron más evidentes a temperaturas entre 12 °C y 20 °C.oy 18oC y niveles de humedad entre 4 y 12 g/m²3, si bien los autores advierten que estos rangos son aún indicativos, dado el escaso número de registros disponibles.
Finalmente, mediante un modelo epidemiológico, el equipo de investigación demostró que incorporar la temperatura a la tasa de transmisión resulta más eficaz para predecir el auge y la caída de las distintas oleadas, en particular la primera y la tercera en Europa. «En conjunto, nuestros hallazgos respaldan la visión de la COVID-19 como una verdadera infección estacional de bajas temperaturas, similar a la gripe y a los coronavirus circulantes más benignos», afirma Rodó.
Esta estacionalidad podría contribuir significativamente a la transmisión del SARS-CoV-2, ya que se ha demostrado que las condiciones de baja humedad reducen el tamaño de los aerosoles y, por lo tanto, aumentan la transmisión aérea de virus estacionales como la gripe. «Esta relación justifica hacer hincapié en la higiene del aire mediante una mejor ventilación interior, ya que los aerosoles pueden permanecer suspendidos durante más tiempo», afirma Rodó, y subraya la necesidad de incluir parámetros meteorológicos en la evaluación y planificación de las medidas de control.
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Referencia: “Firmas climáticas en las diferentes ondas pandémicas de COVID-19 en ambos hemisferios” por Alejandro Fontal, Menno J. Bouma, Adrià San-José, Leonardo López, Mercedes Pascual y Xavier Rodó, 21 de octubre de 2021, Nature Computational Science.
Fecha de publicación: 16 de noviembre de 2022